La Península Ibérica ofrecía en época prerromana un panorama lingüístico complejo, cuyo conocimiento nos es todavía hoy notablemente deficitario. Tenemos constancia de la existencia de al menos dos lenguas pertenecientes a la familia indoeuropea –el celtibérico y el lusitano–, de otras dos lenguas no flexivas –el ibérico y el vasco antiguo, tal vez emparentadas entre sí de alguna manera– y de otra cuyo parentesco y tipología son todavía enigmáticos –el tartésico–, pero no puede descartarse la existencia de otras más.
La génesis y el desarrollo de la literacy fue un fenómeno muy diverso para cada uno de dichos dominios lingüísticos. Si las más de 2.200 inscripciones que conservamos de la lengua ibérica –que se datan desde finales del s. V aE hasta el s. I dE–, y las casi 600 en celtibérico –principalmente de los siglos II y I aE– ponen de manifiesto usos muy extensivos de la escritura, tanto en los ámbitos privados como públicos, en otros territorios –como el lusitano o el vascónico– la escritura parece haber constituido un fenómeno muy excepcional. En todo caso, la presencia de los modelos epigráficos coloniales fenicio y griego influyeron en la génesis muy temprana de un primer sistema gráfico epicórico, que se puede fijar en el s. VIII aE. A partir de él, y mediante un complejo proceso de transformaciones, fueron naciendo con el paso del tiempo no menos de cuatro sistemas diferentes, a los que hay que sumar una adaptación del alfabeto griego, y que nos hablan de una intensidad escrituraria que solo tiene parangón en la Península Itálica.
El propósito de nuestra contribución será describir de una manera sintética el desarrollo de la literacy –o, mejor, las literacies– de la Península Ibérica prerromana, ponerlas en relación con las culturas escritas del Mediterráneo antiguo e intentar poner de manifiesto las funciones que la escritura desempeñó en cada una de las diferentes sociedades paleohispánicas.